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julio 16, 2015

Hallan pruebas de que la escritura en Sudamérica apareció hace 5.000 años

Los primeros indicios de este fenómeno se encuentran en un sitio llamado Checta, descubierto en 1925 por monseñor Pedro Villar Córdova. La zona arqueológica se ubica en el valle del río Chillón, en el distrito de Santa Rosa de Quives, en la provincia de Canta. Desde Lima, son tres horas de viaje.
Cada vez hay más indicios de que la escritura existió hace más de 5.000 años en el antiguo Perú y que las sociedades que poblaban esta parte del mundo ya comenzaban a desarrollar una forma de comunicarse a través del signo escrito, así como sucedió con los sumerios y egipcios también hace cinco milenios.
En la margen derecha de la quebrada Alcaparrosa, se descubrieron al menos 500 quilcas o petroglifos. Hoy, con las recientes investigaciones, se sabe que los gráficos en las rocas corresponden a cuatro períodos culturales diferentes. La fase dos de Checta es una de las que más preguntas han planteado.

El arqueólogo Gori Tumi Echevarría, presidente de la Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR), desde 2009 está examinando el bosque de piedras Checta, descubierto en 1925. Según su hipótesis, la escritura andina apareció antes de lo que se creía, en concreto, hace cinco mil años.

El arqueólogo considera que el logro más importante de la investigación consiste en la definición de la cronología de las figuras representadas en los petroglifos. El científico ha revelado las cuatro etapas del desarrollo de la escritura encontrada. 
UNA PRIMERA HIPÓTESIS
¿Gori Tumi Echevarría asegura estar frente a la evidencia más temprana de escritura andina? Sostiene que su hallazgo más importante es haber definido la cronología y secuencia del sitio, en otras palabras, el orden temporal en que los quilcacamayoc hicieron las figuras sobre las piedras. Eso, según cuenta, le permitió entender que en Checta hay cuatro fases.
La primera (2.500-2.000 a.C.) consistía en hacer pequeños hoyos en las piedras. La segunda fase (2.200 a 1.000 a.C.) está representada por formas geométricas, como círculos, círculos con puntos, cruces, espirales, líneas rectas y sinuosas, etc. Es justo la que considera escritura.
La tercera fase (1.200 a 600 a.C.) está compuesta por motivos seminaturalistas. Finalmente, la fase cuatro (800 a 200 a.C.) representada por imágenes de amarus (serpientes).
Con ese paso, Tumi Echevarría logró individualizar cada motivo de la fase dos y ver si existía un patrón en las demás rocas. Luego de los análisis de observación en las quilcas, se descubrió que los círculos con puntos, las líneas rectas y sinuosas, los espirales y otras se repiten.
Mayor fue su sorpresa cuando determinó que esas mismas figuras se repiten en las quilcas halladas desde Supe hasta Lurín. “Este fenómeno cognitivo, escritura, duró 2.000 años, tiempo suficiente para el desarrollo y consolidación de un sistema de escritura ideográfica compleja”, asegura Tumi Echevarría.
Según su hipótesis, este sistema de escritura tendría vínculos con tradiciones ancestrales en la Amazonía. Para descifrar estos códigos, la clave estaría en el conocimiento milenario de los pueblos amazónicos, ya que hay testimonios de comunidades como los yaneshas que aseguran haber hecho viajes de peregrinación a la costa central.  
Si la hipótesis de Echevarría resulta cierta, eso significaría que la escritura andina en realidad es mucho más antigua.

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